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Las chicas malas… tambien lloran

“Yo quisiera ser mala, mala! Para así no llorar por ningún hombre!” Me dijo Damaris que como la mayoría de mis intimas amistades me considera “chica mala”. Cuando ambas estábamos en el colegio, éramos las reconocidísimas “chicas malas” fama que les dio más de un dolor de cabeza a nuestros padres. Damaris y yo crecimos, nos convertimos en señoritas y de ahí a mujeres profesionales para luego convertirnos en esposas y madres. Estoy segura de que ambas cambiamos; yo por ejemplo he dejado de ser tan impulsiva para darme tiempo a pensar el golpe a dar, pero mi querida amiga ha dejado de ser una Mamba Negra para convertirse en pez de agua dulce. A ella le dije esa vez entre abrazos y cajas de kleenex que no importa si es mala o buena, que todas lloramos alguna vez y confieso que aunque aquello se lo dije sin haberlo vivido, tras muchos años no solo lo he vivido, sino que también he visto como verdaderas “chicas malas” han llorado en mi presencia por amor.

Con olor a caipirinha; Vania.

Vania tiene en el cuerpo miel, azúcar y canela. También tiene pimienta negra, ron y samba en las venas; ella es brasilera y es una verdadera “chica mala.”  Ella tiene dos niños que tuvo adolescente, no termino la escuela, pero es súper lista. De hecho, yo diría que es un genio pues tiene una capacidad increíble para aprender cualquier cosa. Ella solía decir que no se enamoraba, que lo de ella era el sexo puro y duro, sin complicaciones. Recompensa monetaria? Of course! Decía mientras se levantaba de la barra guiñándome un ojo con complicidad. Yo se lo guiñaba de vuelta y poco después prácticamente me hacia un injerto en la mano con el móvil: si en dos horas no llamaba Vania, a llamar a la policía. Ella se caso y su maldad –si es que puede llamársele de esa manera- se vio demostrada una y otra vez, se divorcio y ahora vive sola tal y como le gusta… o le gustaba, porque luego conoció a un chico con apariencia de indigente –no exagero- ojos con la misma profundidad y color del mar…

Yo estaba junto a ella cuando él cruzo el espacio que nos separaba. Clavo la mirada en mis pechos con una lascivia tal que entre enojo y sorpresa me quede mirándolo. Él se acercó a ambas recibiendo por mi parte lo que llama mi novia “un viaje a la concha de su madre” pero  por parte de Vania recibió el número del móvil y yo supe que venia catástrofe sentimental; dicho y hecho.

El viernes salí con Vania al club y la note extraña. Era algo… indescriptible pero innegable y tras varios tequilas me conto lo sucedido a moco tendido; el chico malo y la chica mala tuvieron un combate en el que la chica mala salió perdiendo.  

Chica mala… yo?

Por otra parte yo nunca he jugado –adrede- con los sentimientos de nadie. Si bien no soy "sor Sascha" tampoco es que sea mala, solo que digamos…  tengo el corazón bien bajito por lo que era bastante difícil llegar a él. Sin embargo como a todas también me llego esa persona que sabe ponerme el mundo de cabeza, hacer que no duerma, que me pase los días en el aire y hasta que solo llore y sin comer;  porque el amor es un mal parido que llega sin aviso alguno, sin importar la edad y además es un domador de almas rebeldes reconocido. 

2 comentarios:

Ely Grados dijo...

El amor un mal que nos hace bien, pero algunas veces es un bien que nos hace mal.

Excelente nota, una clara y directa forma que como diría mi esposo "Cuando nos llega, nos llega" aunque yo añado "Si, pero que necesidad hay de atropellar" -.-u

Sascha Lemoine dijo...

Ely: jajaja pero si es verdad! Tu marido tiene razon: cuando nos llega, nos llega XDDD

Alma: Oh! por fin de de donde proviene "el san martin". Mi abuela materna lo decía y yo aunque entendía el concepto, nunca supe el por que "san martín".

Besos a ambas

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