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Historia de una obsesión (7)







-¿No te gusta que nadie te domine?

-No.  No me gusta. Y no me hace falta probarlo para saberlo; lo sé porque solo de pensarlo  se me salen las ganas.

-¿O sea que te causa placer que te dominen, pero no quieres aceptarlo? –Dijo con un tono de voz tan inocente que de no estar frente a ese par de ventanas abiertas en la oscuridad que eran sus ojos, tal vez no me habría dado cuenta de que buscaba molestarme… y lo logró de todas formas.

-No, al contrario. No importa cuanto deseo sienta por alguien, el simple hecho de imaginarlo queriéndome dominar, hace que deje de desearlo al instante.

-Brutal. Pero… eso podría ser una excepción. De pronto encuentres alguien que te cause fascinación para experimentar que es sentirse dominado. Porque no simplemente es ser flexible…

-No lo sé. Hubo un tiempo en que tenía esa curiosidad, pero las veces que pensé en probar terminaba haciendo lo de siempre; estaba arriba. Sinceramente Ángelo, no creo que exista placer mayor que el de dominar. Sentir… ese control no en tus manos, sino en el cuerpo ajeno y que de él llegue a ti… es indescriptible, excitante de solo pensarlo.

Y mientras hablaba, yo no podía pensar en otra cosa que en tener su cuerpo bajo el dominio del mio. Lo veía en mi cabeza peleando, negándose a ser tomado por mí. Justo en ese momento, tenia fantasías de nosotros: yo con el rostro sangrante por culpa de sus golpes y él sangrando también, pero de entre sus piernas,  mientras yo me empujaba en su interior manchándome la piel con su sangre y mi sexo… palpitando en su interior. La fantasía terminó cuando él volvió a hablarme.

-Bueno, en ese caso no puedo decir nada. 

Si hubiera alguien siguiéndonos los pasos, mirando cada momento que pasábamos juntos y escuchando cada palabra, tal vez ahora estuviera sorprendido del  tema de nuestra conversación. De hecho, yo mismo estaba sorprendido, gratamente, de que con él todo parecía fluir como si los astros tuvieran estuvieran maniobrando el tiempo y el espacio para que ambos pudiéramos encajar. Así que después de la librería, pasaron mas cosas.

-Te imagino recibiendo… -se me escapó. Fue algo que pensé y salió disparado por mi boca antes de que pudiera evitarlo.

-¡No me imagines así! –Me contestó Ángelo casi saltando del asiento, con una expresión de sorpresa tan adorable que me dio ganas de besarle… entre otras cosas.

-¿Por qué no?

-Bueno, porque no sé qué pensarías y no me gusta que la gente imagine cosas que no puedo detectar: me gusta saber todo.

-Pues te diré, que todo lo que imagines estoy pensando es probablemente así, pero con algún añadido.
-Tampoco creo que sea muy sexy como me imaginas…

-Quien sabe… tal vez para ti no, pero para mí… bastante.

Ese día a pesar de todo, no pasó nada más allá que palabras. Nadie tocó a nadie; yo tenia cosas que hacer después de clases, él también, así después de clases simplemente cada quien se fue a lo suyo. Quiero decir, a cumplir con sus obligaciones.

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