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Historia de una obsesión (8)



Despertar, ducharme, ir a clases y allí el tiempo pasaba tan lentamente que me hacía pensar en miel cayendo por un gotero. Nada en contra de la miel, pero si todo en contra del tiempo; hoy pasaría más que palabras entre él y yo. No sabía como pero eso era lo de menos.

Una hora, otra más, el sonido del timbre que contrario a otras veces no hizo más que desesperarme sabiendo que tras esa eternidad —por supuesto, a esa edad cada minuto es un siglo— solo había pasado la mitad de la espera si es que todo iba bien. Me siento ansioso. No tengo un plan definido, no sé que como llegar a él y todo alrededor me parece borroso porque nada es ni siquiera la mitad de importante como lo es él.

—¿No dormiste bien anoche? Me pregunto haciendo qué —me dijo al oído una voz que a esas alturas parecía venir de un sueño de esos en los que quieres quedarte para siempre. No podía creerlo y es que aunque nada había que hiciera imposible tenerlo allí, tampoco había un motivo que le hiciera estarlo. O eso era lo que yo pensaba.
—Si supieras…. —le contesté mientras volteaba a mirarlo, muy lentamente, por si se trataba del fruto de mis ganas. Pero allí estaba él con esa mirada oscura; invitándome a ceder a los impulsos.
—¿Tienes ganas de portarte mal hoy? Vamos a perdernos las horas que faltan; necesito salir de aquí ahora y tú pareces estar igual. —¡Ah! Ángelo. Si tú supieras querido, si tú supieras.

No le contesté nada, no había necesidad. Solo tomé mis cosas sintiendo tan lentos mis movimientos como cuando se intenta correr bajo el agua pero esta sensación duró menos que un suspiró y al pasar mi brazo por su cintura, halándolo, aprovechando la confianza que él me había dado al acercarse tanto a mí, me di cuenta que lo había hecho con más brusquedad de lo que yo pretendía hacerlo; sin embargo el rió divertido, tal vez sabiendo ahora —o más bien confirmando— cuan imperiosas las ganas de mis manos por estar en su cuerpo.

Ahora el tiempo pasaba volando. Todo se sentía como estar en una montaña rusa, todo colores, sin forma, salvo él a quien único veía tan perfecto e imperfecto a la vez.
Debo aclarar que esta imperfección era precisamente por su perfección aunque no parezca lógico y es que si era tan a mi medida, si yo lo era también para la suya, estando tan al alcance uno del otro y actuando en consecuencia… algo estaba mal. Algo que yo no veía en ese momento pero algo debía estar mal. Y ahora después de todo el tiempo transcurrido me doy cuenta de que tal vez era yo quien estaba mal. Tal vez no, seguro yo era quien estaba mal.

Fuimos a la librería y en cada escaparate un roce, una mirada cómplice, una frase llena de doble sentido, todas esas cosas que formaban la invitación que finalmente acepté cuando en el último pasillo sin importarme si nos veían o no, hice prisionera su boca de la mía. 




—Nos miran —me dijo en el tono de voz más dulce que alguien pueda imaginarse cuando solo para mirarlo a los ojos dejé de besarlo.
—¿Te importa? —le respondí. Aunque realmente muy poco me importaba no solo la opinión de los demás sino tampoco la suya; no allí teniéndolo en mis brazos, no en ese momento cuando él se había abierto para mí de esa manera.

Si respondió no pude oírlo porque en ese momento desde atrás de nosotros vino un carraspeo: estaba el cuidador del lugar con una mirada que no se decidía entre la sorpresa, la desaprobación y la envidia. Así que para no crear problemas dejé de abrazar a Ángelo pero de allí salimos tomados de la mano.

El camino fue silencioso. Yo no pregunté, él no preguntó y los dos detuvimos los pasos frente a la puerta de mi casa. Era bastante temprano para regresar, por lo que no había nadie alrededor; a esa hora las señoras estaban en sus cocinas y las jóvenes en el trabajo o estudiando que era lo que se supone yo tendría que estar haciendo en la escuela pero anatomía también era una materia.

No recuerdo cuando saque la llave para abrir la puerta, ni donde puse los libros que cargaba al hombro en la mochila. Lo que sí recuerdo es la forma salvaje en que los dos terminamos arrancándonos la ropa mientras nos besábamos. ¿Eran besos? Creo que eran más bien un reclamo boca a boca: él porque yo tardé en tomarlo, yo porque él había roto mi resistencia. Yo realmente le deseaba pero una cosa es desear y otra es cumplir esos deseos; él ahora estaba ahí conmigo como tantas veces en tan poco tiempo lo había soñado. Su piel era aún más tersa de lo que yo pude imaginar, suave, cálida. ¿Su olor? No hay palabras para describirlo, era como… el mundo sin contaminación: él olía como todos los buenos sentimientos si tuvieran un olor. Y sabía dulce.
Su cabello era como seda entre mis dedos, esa que a veces sirve de envoltorio a algunas joyas muy sumamente caras y así era como me sentía con él, como si me estuviera entregando algo sin precio de tan valioso que podía ser.
Mi boca de la suya descendió por su barbilla hasta su garganta a besos y de allí a ese espacio entre una de sus clavículas y su cuello, aspirando el olor que allí era tan delicado que me hizo pensar selvas vírgenes. Era como si nunca antes hubiera besado a nadie, como si él nunca se hubiera dejado tocar de esa forma por nadie más.
Desde las clavículas a su pecho, tan sensibles sus pezones al acariciarlos con mis dientes antes de lamerlos… tan sensual melodía la que escapó de su garganta cuando lo hice y más aún la visión de su pubis, de su sexo tan ansioso que lloraba lagrimas transparentes que terminaron confundidas con mi saliva.
—Espera — me dijo en un susurro pero yo no quería esperar, no podía esperar. ¿Cómo podría hacerlo? Él me lo pedía con esa voz de “para pero no lo hagas” así que todo, lo que fuera, podía esperar pero después de aquello, no en ese preciso momento.
—No… espera— nuevamente ese sonido tan provocador. Pero había dicho “no” y yo ahora me debatía entre seguir porque quería, porque mi cuerpo quería, porque mi alma lo necesitaba, su cuerpo lo necesitaba… y hacerle caso a esa palabra solo porque existían en su boca.
Abrí los ojos para mirarlo, mas no pensaba detenerme. Sin embargo la expresión que tenía me obligó a hacerlo:

Tenía los ojos cerrados, los labios casi rojos, entreabiertos y jadeaba. Cuando me detuve entreabrió los ojos mientras se humedecía los labios con la lengua, obligándome a viajar desde la entrepierna hasta la boca su boca no pudiendo evitar besarlo, esta vez suavemente.
—¿Por qué quieres que pare? —le pregunté acariciándole el pelo al mismo tiempo que con la otra mano acariciaba su sexo caliente, hinchado, palpitante.
—No… no es eso.
No le pregunté nada y tampoco esperé que él dijera nada más pues era evidente que de hablar no era precisamente de lo que tenía ganas. Yo tampoco. Sin embargo no fue necesario de todas formas.

Sin dejar de mirarlo a los ojos esos suyos que tanta fascinación me causaban, dejé resbalar mi mano a sus testículos, luego más abajo a la estreches entre sus piernas. ¡Ah! Que delicia. Sentir como  todo su cuerpo se tensó, como sus ojos aunque aun manteniendo el deseo mostraron algo más: miedo.

Me levanté del suelo, no sin antes besarlo una vez más en los labios y lo más rápido que pude fui al baño. Del botiquín tomé dos cosas cuando realmente pensaba que solo necesitaría una con él. Cosas que no le mostré adrede pero que tampoco escondí antes de volvernos a besar.

Hasta ese momento estuve fantaseando no solo con poseerlo sino también con ser el primero que le tuviera de esa forma pero vamos, seamos sinceros, sería algo demasiado bueno para ser real. Yo lo tenía claro, sin embargo él de verdad nunca se había entregado a nadie como en ese momento lo hizo conmigo.

3 comentarios:

Cris dijo...

Hola!!!!me he enterado de tu blog gracias a Jen que te recomendo en su blog. Gracias por esta historia que me esta enganchando como nunca y gracias por compartirla.
Nos leemos,besos!!!! :)

Sascha Lemoine dijo...

¡Gracias a ti por leerla! En breve habrá capitulo nuevo.
xoxo♥

Ely Grados dijo...

Una maravillosa historia, muero por seguir leyendo <3 *-* <3

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