Despertar,
ducharme, ir a clases y allí el tiempo pasaba tan lentamente que me hacía
pensar en miel cayendo por un gotero. Nada en contra de la miel, pero si todo
en contra del tiempo; hoy pasaría más que palabras entre él y yo. No sabía como
pero eso era lo de menos.
Una hora, otra
más, el sonido del timbre que contrario a otras veces no hizo más que
desesperarme sabiendo que tras esa eternidad —por supuesto, a esa edad cada
minuto es un siglo— solo había pasado la mitad de la espera si es que todo iba
bien. Me siento ansioso. No tengo un plan definido, no sé que como llegar a él
y todo alrededor me parece borroso porque nada es ni siquiera la mitad de
importante como lo es él.
—¿No dormiste
bien anoche? Me pregunto haciendo qué —me dijo al oído una voz que a esas
alturas parecía venir de un sueño de esos en los que quieres quedarte para
siempre. No podía creerlo y es que aunque nada había que hiciera imposible
tenerlo allí, tampoco había un motivo que le hiciera estarlo. O eso era lo que
yo pensaba.
—Si supieras….
—le contesté mientras volteaba a mirarlo, muy lentamente, por si se trataba del
fruto de mis ganas. Pero allí estaba él con esa mirada oscura; invitándome a
ceder a los impulsos.
—¿Tienes ganas de
portarte mal hoy? Vamos a perdernos las horas que faltan; necesito salir de
aquí ahora y tú pareces estar igual. —¡Ah! Ángelo. Si tú supieras querido, si
tú supieras.
No le contesté
nada, no había necesidad. Solo tomé mis cosas sintiendo tan lentos mis
movimientos como cuando se intenta correr bajo el agua pero esta sensación duró
menos que un suspiró y al pasar mi brazo por su cintura, halándolo,
aprovechando la confianza que él me había dado al acercarse tanto a mí, me di
cuenta que lo había hecho con más brusquedad de lo que yo pretendía hacerlo; sin
embargo el rió divertido, tal vez sabiendo ahora —o más bien confirmando— cuan
imperiosas las ganas de mis manos por estar en su cuerpo.
Ahora el tiempo
pasaba volando. Todo se sentía como estar en una montaña rusa, todo colores,
sin forma, salvo él a quien único veía tan perfecto e imperfecto a la vez.
Debo aclarar que
esta imperfección era precisamente por su perfección aunque no parezca lógico y
es que si era tan a mi medida, si yo lo era también para la suya, estando tan
al alcance uno del otro y actuando en consecuencia… algo estaba mal. Algo que
yo no veía en ese momento pero algo debía estar mal. Y ahora después de todo el
tiempo transcurrido me doy cuenta de que tal vez era yo quien estaba mal. Tal
vez no, seguro yo era quien estaba mal.
Fuimos a la
librería y en cada escaparate un roce, una mirada cómplice, una frase llena de
doble sentido, todas esas cosas que formaban la invitación que finalmente
acepté cuando en el último pasillo sin importarme si nos veían o no, hice
prisionera su boca de la mía.
—Nos miran —me
dijo en el tono de voz más dulce que alguien pueda imaginarse cuando solo para
mirarlo a los ojos dejé de besarlo.
—¿Te importa? —le
respondí. Aunque realmente muy poco me importaba no solo la opinión de los
demás sino tampoco la suya; no allí teniéndolo en mis brazos, no en ese momento
cuando él se había abierto para mí de esa manera.
Si respondió no
pude oírlo porque en ese momento desde atrás de nosotros vino un carraspeo:
estaba el cuidador del lugar con una mirada que no se decidía entre la
sorpresa, la desaprobación y la envidia. Así que para no crear problemas dejé
de abrazar a Ángelo pero de allí salimos tomados de la mano.
El camino fue
silencioso. Yo no pregunté, él no preguntó y los dos detuvimos los pasos frente
a la puerta de mi casa. Era bastante temprano para regresar, por lo que no
había nadie alrededor; a esa hora las señoras estaban en sus cocinas y las
jóvenes en el trabajo o estudiando que era lo que se supone yo tendría que
estar haciendo en la escuela pero anatomía también era una materia.
No recuerdo
cuando saque la llave para abrir la puerta, ni donde puse los libros que
cargaba al hombro en la mochila. Lo que sí recuerdo es la forma salvaje en que
los dos terminamos arrancándonos la ropa mientras nos besábamos. ¿Eran besos?
Creo que eran más bien un reclamo boca a boca: él porque yo tardé en tomarlo,
yo porque él había roto mi resistencia. Yo realmente le deseaba pero una cosa
es desear y otra es cumplir esos deseos; él ahora estaba ahí conmigo como
tantas veces en tan poco tiempo lo había soñado. Su piel era aún más tersa de
lo que yo pude imaginar, suave, cálida. ¿Su olor? No hay palabras para
describirlo, era como… el mundo sin contaminación: él olía como todos los
buenos sentimientos si tuvieran un olor. Y sabía dulce.
Su cabello era
como seda entre mis dedos, esa que a veces sirve de envoltorio a algunas joyas
muy sumamente caras y así era como me sentía con él, como si me estuviera entregando
algo sin precio de tan valioso que podía ser.
Mi boca de la
suya descendió por su barbilla hasta su garganta a besos y de allí a ese
espacio entre una de sus clavículas y su cuello, aspirando el olor que allí era
tan delicado que me hizo pensar selvas vírgenes. Era como si nunca antes hubiera
besado a nadie, como si él nunca se hubiera dejado tocar de esa forma por nadie
más.
Desde las
clavículas a su pecho, tan sensibles sus pezones al acariciarlos con mis
dientes antes de lamerlos… tan sensual melodía la que escapó de su garganta
cuando lo hice y más aún la visión de su pubis, de su sexo tan ansioso que
lloraba lagrimas transparentes que terminaron confundidas con mi saliva.
—Espera — me dijo
en un susurro pero yo no quería esperar, no podía esperar. ¿Cómo podría
hacerlo? Él me lo pedía con esa voz de “para pero no lo hagas” así que todo, lo
que fuera, podía esperar pero después de aquello, no en ese preciso momento.
—No… espera— nuevamente ese sonido tan provocador. Pero
había dicho “no” y yo ahora me debatía entre seguir porque quería, porque mi
cuerpo quería, porque mi alma lo necesitaba, su cuerpo lo necesitaba… y hacerle
caso a esa palabra solo porque existían en su boca.
Abrí los ojos para mirarlo, mas no pensaba detenerme. Sin
embargo la expresión que tenía me obligó a hacerlo:
Tenía los ojos cerrados, los labios casi rojos,
entreabiertos y jadeaba. Cuando me detuve entreabrió los ojos mientras se
humedecía los labios con la lengua, obligándome a viajar desde la entrepierna
hasta la boca su boca no pudiendo evitar besarlo, esta vez suavemente.
—¿Por qué quieres que pare? —le pregunté acariciándole el
pelo al mismo tiempo que con la otra mano acariciaba su sexo caliente,
hinchado, palpitante.
—No… no es eso.
No le pregunté nada y tampoco esperé que él dijera nada
más pues era evidente que de hablar no era precisamente de lo que tenía ganas.
Yo tampoco. Sin embargo no fue necesario de todas formas.
Sin dejar de mirarlo a los ojos esos suyos que tanta
fascinación me causaban, dejé resbalar mi mano a sus testículos, luego más
abajo a la estreches entre sus piernas. ¡Ah! Que delicia. Sentir como todo su cuerpo se tensó, como sus ojos aunque
aun manteniendo el deseo mostraron algo más: miedo.
Me levanté del suelo, no sin antes besarlo una vez más en
los labios y lo más rápido que pude fui al baño. Del botiquín tomé dos cosas
cuando realmente pensaba que solo necesitaría una con él. Cosas que no le
mostré adrede pero que tampoco escondí antes de volvernos a besar.
Hasta ese momento estuve fantaseando no solo con poseerlo
sino también con ser el primero que le tuviera de esa forma pero vamos, seamos
sinceros, sería algo demasiado bueno para ser real. Yo lo tenía claro, sin
embargo él de verdad nunca se había entregado a nadie como en ese momento lo
hizo conmigo.